jueves, 7 de diciembre de 2006

Zapatismo

El Zapatismo y la Biopolítica


Desde su irrupción, el Zapatismo ha sido definido como un sujeto político extraordinario para América Latina. Uno de sus rasgos más singulares ha sido el plano discursivo ya que junto a categorías clásicas para las guerrillas latinoamericanas, hicieron uso novedoso de otras como Sociedad Civil y Neoliberalismo que aportan en la constitución de un nuevo sujeto político al identificar un “Nosotros” y un “Otro”.En este sentido, la categoría de Rebeldía como significante vacío le permitió al zapatismo articular una serie de demandas de grupos subalternos que lo constituyen como un sujeto capaz de hegemonizar a otros sectores y abrir un proceso de subjetivación colectiva.
Siempre he pensado que la relación entre vida y política ha adquirido una especial centralidad en el ultimo tiempo, ya que todos los análisis giran en torno a la cuestión de la biopolítica y los biopoderes, por eso toda esta reflexión sobre la vida adquiere una dimensión política , desencadenante de luchas reales.

Miremos el levantamiento zapatista como éste marcó un hecho histórico para América Latina en cuanto “síntoma” en medio de la hegemonía del pensamiento económico, político y cultural del neoliberalismo. A partir de allí, se sucedieron varias y disímiles experiencias subalternas en Latinoamérica protagonizada por campesinos, indígenas, desocupados y otros sujetos que pusieron en cuestión un orden social excluyente para grandes mayorías en la región. El zapatismo, como todo proceso novedoso de movilización popular tuvo que construir nuevos imaginarios, alteridades, discursos y formas de lucha para articularlos con las viejas e historizadas prácticas, narraciones e identidades subalternas. De esta manera, mientras se preconizaba el fin de la historia y la muerte de las utopías y, en particular en América Latina.

Para Hanna Arendt no hay nada que necesite tanto del discurso como la acción humana. El zapatismo llevó este aspecto en el corazón y radicalizó el precepto entendiendo que la palabra es una forma de acción que en ocasiones puede ser más efectiva que la acción armada. Con esto no queremos decir que en todo momento las palabras zapatistas puedan reemplazar a las armas, justamente las armas insurgentes son -para decirlo kantianamente- “condición de posibilidad” de la palabra del sureste mexicano. Las palabras no hubieran sido escuchadas si no fuera por la acción que le precedió y que instaló un campo semántico propicio.

En la historia de los disímiles movimientos de liberación nacional que germinaron en América Latina, jamás el interlocutor o el sujeto fue la “sociedad civil”, sino el pueblo, la clase o algún tipo de agrupamiento subalterno con intereses materiales contradictorios con el bloque dominante. El concepto de sociedad civil, si bien de larga data y central en el pensamiento político clásico , nunca fue un actor o espacio que las organizaciones populares hayan identificado como valioso. Sólo fue incorporado en el debate teórico en la década del ochenta por los investigadores de las llamadas transiciones a la democracia. Allí, funcionaba como categoría explicativa para dar cuenta del éxito o fracaso de los procesos de consolidación de las democracias liberales en América Latina. No obstante, el discurso zapatista reconoció ese espacio como lugar de organización
Siguiendo con la idea ,el levantamiento zapatista se argumenta, se mueve en un doble plano discursivo. Por un lado, sigue una estrategia de acumulación más o menos clásica con un enemigo representado por el “mal gobierno”. Por otro lado, y vinculado a lo primero pero dotando al EZLN de una capacidad de implicancia internacional se refuerza al neoliberalismo como el gran enemigo, ese gran Otro al que hay que enfrentar y frente al cuál nos identificamos como “nosotros”. La relación con la alteridad es fundamental en el proceso de formación en tanto, como argumenta Ranciere, “es la formación de un uno que no es un yo o uno mismo si no que es la relación de un yo o uno mismo con otro”

No es casual que la introducción del Neoliberalismo como referente de la lucha del zapatismo esté asociada a la profundización de lo literario en el discurso del EZ. Es decir, forman parte de un proceso de nuevas formas de comunicación y articulación discursiva. En repetidas oportunidades el Subcomandante Marcos ha referido al aprendizaje político-cultural que supuso la experiencia zapatista y, en este proceso frente a la vieja retórica revolucionaria (y en muchos casos juntos a ella), aparecen nuevos imaginarios, conceptos, discursos para articular lo viejo en un nuevo juego de lenguaje que asigna otros significados a viejos significantes y produce nuevos. El caso de la Rebelión, como concepto vertebrador del discurso zapatista es un ejemplo de ello.

La rebeldía como significante vacío o la “dignidad rebelde” avanza en la construcción de una retórica ligada a la rebeldía. Este aspecto es de vital importancia ya que la rebeldía ha funcionado como lo que Ernesto Laclau definió como un “significante vacío”. Un significante vacío no es un término que varía de significación según su contexto (es decir, no es aristotélicamente equívoco) sino que nos habla de una imposibilidad estructural que exige una subversión de la estructura del signo. Es decir, desafía límites que no son nunca neutrales porque hablan de una operación de exclusión.
El zapatismo, excluido del sistema, debe subvertir la estructura para hacerse presente. La operación del sistema genera un tipo de exclusión que es en definitiva negación del otro identificando “la pura amenaza que ese más allá presenta al sistema (amenaza que a su vez, sin embargo, lo constituye)”
Es decir, hay una operación de negación-exclusión de los que no entran en el sistema, sin embargo eso produce la posibilidad de que las categorías excluidas cancelen la diferenciación impuesta “a través de la formación de una cadena de equivalencias de aquello que el sistema demoniza a los efectos de significarse a sí mismo”

A su vez la rebeldía es una actitud que no deviene de la clase. Mientras el marxismo pregonaba la dialéctica de la historia y los intereses contradictorios de clase, el discurso de la rebeldía concierne una especie de voluntad de serlo. No es necesario pertenecer a la clase portadora del sentido de la historia, ni estar poseído del Volksgeist, sino simplemente “ser rebelde”, hacerse rebelde, como una cuestión de voluntad de lucha contra el enemigo en común que habita en todas partes y en ninguna. A su vez, la rebeldía tiene la característica de ser un principio moral que deviene de la actitud de aquellos que “no soportan” la injusticia y que conforman un momento propio de una ética universalista.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que curiosas maneras en que la carta se muestre virtual, pues ahora somos priviligiados por tener estos comentarios al alcance de una página electrónica, y de este modo saber la opinión de muchas personas a través de esta red de perscepciones. Con respecto a lo publicado; lo de Pinochet y Fidel, me resulta muy interante de leer, y solo quisiera hacer un mínimo comentario diciéndo ¿...y a Pinochet también lo eligió el pueblo?