lunes, 11 de diciembre de 2006

Entre la Alegria y el llanto:El ocaso de Augusto Pinochet, el dictador que divide a Chile



La muerte del ex dictador Augusto Pinochet este domingo ha sacado a relucir la profunda división que, aún hoy, sufre la sociedad chilena. Tanto partidarios del ex dictador como familiares de desaparecidos durante la dictadura han salido a la calle para mostrar su fuerza.



Y tras el golpe, mano de hierro



Tras el Golpe de Estado de septiembre de 1973,
Pinochet instauró un férreo y cruento régimen en Chile que se cobró la vida de miles de personas y desaparecidos y provocó la huida de un millón de personas, que buscaron refugio en Europa, principalmente. El dictador, que sucumbió a su propia vanidad tras proponer un plebiscito que perdió, sobrevive a los intentos de la Justicia de que pague por lo que hizo.
Pedagogía del terrorEl 11 de septiembre de 1973 se instaló cruentamente en Chile una dictadura que acabó con 150 años de historia republicana, impregnó de autoritarismo las instituciones del país y cambió la vida de sus habitantes. En la retina de los chilenos quedará para siempre la imagen de La Moneda en llamas, los estadios convertidos en prisiones y las hogueras en las que ardieron miles de libros "peligrosos".

El mismo día del Golpe, los comandantes en jefe, con Pinochet al frente, se constituyeron como Junta Militar, declararon el país en "guerra interna" y decretaron el Estado de Sitio, que se prorrogó, salvo breves períodos, hasta 1987, toque de queda incluido. Pinochet ejerció el poder con mano de hierro hasta 1990, años en los que implantó un modelo neoliberal a ultranza que, aunque saneó la economía, dejó más de cinco millones de pobres, según cifras oficiales. Algunas investigaciones señalan que la presencia de fuerzas militares en las calles, los helicópteros sobrevolando las ciudades de noche y los arrestos a plena luz del día contribuyeron a instaurar la "pedagogía del terror" del régimen.
Como legado político, además, Pinochet dejó una Constitución, aún hoy vigente, y diversos coletazos autoritarios que los gobiernos democráticos no han podido desatar, como la figura del senador vitalicio, que sirvió al dictador para esquivar el banquillo en el que ajustar cuentas con la Historia. En 1988, tras negociar con algunos sectores de la oposición a la dictadura, Pinochet llamó a un plebiscito con el que pretendió legitimar su Gobierno. Perdió y su derrota marcó el fin de una sangrienta dictadura.






Murió el dictador sin condena


La Justicia sólo logró acorralarlo, pero no condenarlo. Y así se fue, sin rendir cuentas. Su avanzada edad y su supuesta mala salud impidieron a muchas de sus víctimas, a los hijos de sus víctimas y al resto del mundo, poder verlo tras unos barrotes. Sin embargo, ha pasado sus últimos años recluido bajo arresto domiciliario, desprovisto de su antigua inmunidad parlamentaria como senador vitalicio y rodeado de un aura de ignominia que le ha privado de la veneración y el respeto del pueblo chileno.

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